miércoles, 30 de agosto de 2006

LA INAUGURACIÓN: Historia de un viaje o crónica de una odisea (2ª Parte)

(para Sabina, con cariño, esperando que la espera haya valido la pena; y soy consciente que te hice la promesa hace un tiempo, pero aunque haya tardado un poco espero sepas perdonar el espacio temporal que ha pasado desde que me lo pediste hasta hoy).



Salimos del Hotel, saludando con la cabeza a los dos chicos de recepción, los cuales nos siguen con sus miradas clavadas en el trasero de mi compañera de viaje, con ánimo alevoso imagino, haciéndole una resonancia magnética con los ojos para retener en su retina las curvas y grabarlas en sus cerebros para futuras relecturas. Y por supuesto asumo que no se han fijado en mi.

Una vez en la calle, y después de la constante insistencia de mi compañera, preguntamos a un transeúnte la dirección de la calle Génova. Amablemente nos indica con las manos y cuatro fases el lugar exacto. Algo muy obvio si tenemos en cuenta que el hotel está sólo a dos calles. Empezamos a andar y sigue diciendo cada dos pasos si sé por dónde voy. Miro de tranquilizarla diciéndole que dos mil años de evolución humana y aún no me han matado mi instinto de orientación del macho Neandertal que llevamos todos dentro. Y sin errar en los pasos nos encontramos en la esquina de la dicha calle. Giramos el quiosco de la esquina y al girar la cabeza a la vez nos damos el susto de nuestra vida. Ahí estaba ella. La había visto por televisión, en alguna foto en el diario, pero el choque con la cruda realidad me sobrelleva el alma.

Pedazo bandera la condenada!!! Se me escapa en voz alta sin fijarme si la gente que pasa a nuestro lado nos está escuchando. Necesito coger aire y me pongo la mano en el corazón simulando un ataque al corazón. No se trata de una alucinación, quizás una pesadilla, pero no es un sueño. Ahí estaba delante nuestro en medio de la plaza Colón, que está situada al final de la calle Génova, la enorme bandera del Estado Español, ondeando al viento, inmutable. En fin, que aunque piense internamente que se trata más de una reliquia del pasado que otra cosa, no hay más remedio que aguantarse.

Continuamos caminado y pasamos delante de la Audiencia Nacional que está justo en la otra esquina delante de nuestras oficinas en Madrid. Estarán distraídos los compañeros/as de las oficinas viendo tanto energúmeno entrar y salir. Cruzamos la calle, justo cuando el civismo aprendido hace años hace acto de presencia y ese señor de color verde nos da el pistoletazo de salido. Alzamos la mirada y vemos unas compañeras en los cristales saludando tan efusivamente con las manos que sufro por ellas no sea que se disloquen una muñeca.

Entramos en el portal del edificio de las oficinas nuevas y nos identificamos a la chica que hay en el mostrador de recepción junto al guarda de seguridad. En mi cabeza se cruza la imagen de la entrada del edificio de las oficinas de Barcelona. Y llego a la conclusión que son la noche y el día. En las de Barcelona puedes entrar tranquilamente vestido de cuero negro a lo Matrix, atiborrado de armas cómo en la película, que la única persona que hay en recepción o bien no está en su puesto o en caso que esté no levanta la mirada de la revista que está leyendo ni para darte los buenos días. Desde hace poco que me apasionan las matemáticas, así que hago números con la cabeza, y sin ser un matemático reputado, llego a la conclusión que aunque se lea todas las revistas del corazón que hay en el mercado, ocho horas de turno al día dan para más. Ergo, estoy convencido que las debe de releer varias veces al día cada una de ellas, porque si no la verdad es que no lo entiendo.

Volvamos a Madrid. Nos dan los pases de entrada con un trato excelente en amabilidad y en ese instante entra una compañera de las oficinas y nos saludamos con los besos sinceros que la ocasión requiere. Lo dicho antes, la noche del día. El ascensor es mucho más rápido que el de Barcelona, y me consuelo pensando que los tres ascensores de Barcelona están gestionados por seis u ocho indocumentados alzando las cabinas a pulso en un complicado entramado sistema de poleas, ya que de no ser así soy incapaz de justificar de forma tecnológica como puñetas puedes estar 4 min esperando alguno de los tres ascensores que hay en un edificio de sólo siete plantas. No lo entiendo, pero como hay muchas cosas que no entiendo en esta vida tampoco me caliento la cabeza.

Abrimos la puerta de entrada a las oficinas nuevas y empezamos a saludar efusivamente a todo el mundo con dos besos. Les pido otra ronda de besos a las chicas, ya que no muy a menudo tengo la suerte de besar a tantas chicas y que encima se alegren de verme.
Les contamos, algo avergonzados, nuestra pequeña odisea en Barajas, y se ríen, algo lógico, yo haría lo mismo en su lugar incluso con alguna carcajada que otra. Nos presentan a las nuevas incorporaciones al equipo y les damos nuestra más sincera y calurosa bienvenida. Y por supuesto conectamos de seguida.
Mientras tanto hago un escaneo visual tipo Robocop a mi alrededor, y confirmo nuestras sospechas: todos van con traje y corbata y ellas arregladas de noche; pero cuando estoy acabando de dar la vuelta completa a mi cabeza sin llegar a parecerme a la niña del Exorcista, vemos un rayo de luz al fondo, hay dos técnicos de Barcelona por si algo falla en la presentación. Suspiro aliviado, porque van vestidos como yo, lo cual me tranquiliza y tengo la certeza entonces que no me van a confundir con el Streapper. Le hago una señal a mi compañera de fatigas y le digo: “ves, mujer de poca fe, hay gente vestida como nosotros, en plan informal, y son los informáticos; tú haz cara de sistema operativo que yo la haré de dominar el correo electrónico”, no puedo evitar reírme mientras se lo digo.

Diez minutos después nos piden nuestra atención, se hace el silencio general en la sala y empieza el acto de inauguración propiamente dicho. No voy a extenderme en explicar el discurso que realizó el Director General de nuestra compañía, sólo remarcar que fue corto, formal, y ameno. Alzamos nuestras copas de cava y brindamos. Empiezan a aparecer camareros/as con bandejas de comida y bebida. Miro el reloj. Las siete de la tarde, buena hora para empezar a beber. Primera bandeja de bebida, escojo algo con alcohol, una copa de vino tinto. Empiezo a atacar al jamón, a las croquetas, a los pinchos de tortilla de patatas, y un largo etcétera de manjares en forma de pinchos o canapés que nos pasan por delante. Vuelve el camarero con la bandeja de bebida y le pregunto sin reparos cual de las copas lleva alcohol, pero me contesta que ninguna, aunque ahora me traerá una cerveza. Asiento con la cabeza y una sonrisa tipo el Joker, y no me atrevo a pedirle si puede ser un gin-tonic de Tanqueray, pero no quiero ser descortés aunque hoy interprete el papel de informático desenfadado.

Nos ponemos a hablar un grupo de 5 personas riendo y comentando anécdotas del trabajo, pasando cada dos por tres las chicas con las bandejas de comida. Ha estas alturas ya llevo unas cinco copas, el almuerzo, la comida y la merienda en el estómago en forma de canapés y pica pica.

Bandeja de bebidas por el flanco derecho, estiro el brazo con firmeza, elegancia y una rapidez que haría palidecer al mismísimo David Copperfield, ya que el incauto camarero le ha desaparecido una copa de la bandeja y no se ha dado cuenta. Esbozo una sonrisa de villano de película de los años 60 de serie B, cómo esos científicos que salían que habían descubierto el secreto de la alquimia al lograr transplantar un cactus de una maceta a otra pero de espaldas y sin mirar...

(continuará...)

martes, 29 de agosto de 2006

NUBES OSCURAS

Nubes oscuras, amenazaban en dejar caer una de esas típicas tormentas de verano, que tanto gustan a las personas que ya han finalizado las vacaciones porque refrescan algo, si cabe, el ambiente, pero que tanto asustan a aquellas que las acaban de empezar, sobretodo por la enorme cantidad de agua que cae en poco rato y el daño que suele provocar y la posibilidad de estarse unos días sin poder ir a la playa.

Se ha pasado todo el reciente fin de semana de este modo, que si llueve o no llueve, que si hace frío o rachas de sofoco. Ayer Lunes de vez en cuando aparecía una nube oscura pero predominó el sol, y en cambio hoy Martes ha empezado igual que antes de ayer, de ese mismo modo, con el viento suave pero constante, moviendo las nubes grises de un lado para otro, convirtiéndolas en nubecitas de un color cada vez más blanco, otras más gris y dejando que el sol no hiciese su habitual acto de presencia.

Tengo ganas de ver el verano acabar con su mini imperio para que deje su poder al otoño. No puedo con el calor, me agota las neuronas, no me deja dormir bien, y paso más por la ducha que un nadador saltando desde un trampolín. Lo odio, y no puedo evitarlo, nunca me ha gustado el calor y el sofoco veraniego. Prefiero mil veces la primavera y por supuesto el invierno o el otoño, incluso me atrevería a decir que las películas que por un motivo u otro están ambientadas en un lugar antártico, o de temática de nieve, me relajan hasta cotas insospechadas.

Con los años he llegado a odiarlo más y más, deseando tener dinero para pasarme las vacaciones de verano en algún paraje del norte del planeta, visitando los parajes helados de Islandia, o Copenhague, incluso me he imaginado más de una vez visitando en una jornada de puertas abiertas las instalaciones de Papa Noel en Laponia, dando de comer a Rudolf y sus amigos renos. Me había incluso hecho la ilusión de pequeño que me tocaba un ticket dorado como el de la Fábrica de Chocolate para ver el mundo fantástico del Sr. Wonka, transformado en Santa Claus.

Demasiada literatura infantil de pequeño, lo sé, soy consciente de ello, pero no os quiero ni contar lo que me llegué a imaginar cuando me leí por primera vez el fantástico libro: “Jim Boton y Lucas el maquinista” de Michael Ende, mi libro favorito durante muchos años, lo releí infinidad de veces. Aún hoy conservo esa devoción por las locomotoras de vapor, por los viajes en tren, por el ruido de los raíles, y el silbato del jefe de estación. Cosas que hoy soy consciente que no existen por desgracia, pero que me gusta imaginarme para volver a tener esa sensación de el viento y ver el bucólico paisaje por la ventana.

Para ser fieles a la verdad cualquier novela de Roald Dahl por ejemplo también me evocaban sueños de mundos fantásticos dónde tener miles de aventuras. Sólo espero transmitirle eso mismo a mi hija pequeña, mi tesoro, mi auténtico y único tesoro. Me parezco a Gollum lo sé, pero al igual que mi sentimiento contra el verano, el amor por mi hija es inigualable. Le compré porque así me lo pidió mi pitufa, el primero de los libros de Las Crónicas de Narnia, y cuando está conmigo cada dos fines de semana, antes de irse a dormir lo leemos un rato.

Le gusta que le cuente un cuento para dormir, y escuchar mi voz hasta que coge el sueño. Y a mi me encanta poder leerle para que sus sueños sean felices, y si con eso se relaja escuchando mi voz y le hace dormir mejor, no dejaré nunca de hablarle, ni de estar a su lado, ni de hacerla crecer, para que cuando sea mayor nunca se refugie en el pasado, y tenga mecanismos mentales para que pueda escoger ella misma la mejor opción en cada situación de su vida, siempre estaré ahí, a su lado. Eso quizás sea lo único que tengo muy claro del futuro, lo demás lo dejo al tiempo, y a las señales, para que mi libro vital se escriba cada día con una nueva frase, con una nueva aventura.

viernes, 25 de agosto de 2006

NUESTRO SHIN GI TAI

Se acerca el fin de semana, y eso implica momento de paz y descanso para muchos de nosotros, pero para otras almas significa momento de enfrentarse a sus demonios interiores o a aquello que les quita el sueño desde hace un tiempo.


Decirles a estas personas que utilicen su Shin Gi Tai. Me explico. Es una palabra japonesa que significa Shin (el Espíritu), Gi (la Técnica) y Tai (el Cuerpo); creo que no hace falta que me extienda mucho más en explicar detalladamente estos conceptos, ¿verdad?, pero quizás debería hacer un alto en la palabra KI (es el símbolo que he incluido en este artículo). También es una palabra de origen japonés que tiene una difícil traducción al castellano, pero que vendría a significar la energía vital que anima a todo ser vivo, por lo consiguiente a la presencia misma del espíritu. Complejo, lo reconozco, pero no exento de verdades, lo cual nos anima a profundizar en ello.

Para ponernos en situación, debería antes explicar en que se basan estas palabras. Todo viene del código Bushido de los Samuráis, desgraciadamente abolidos en el 1870. En dicho código, a parte de toda la filosofía que conlleva y del modo de vida, hay aspectos perfectamente aplicables a nuestra vida actual, no en vano la cultura oriental y la de los Samuráis es milenaria. Será por alguna cosa, ya que la explicación que son sociedades atrasadas no está fundamentada bajo ningún prisma antropológico ni científico alguno.

Hay 7 puntos en el código Bushido que son estos:

- GI - Honradez y Justicia
- YU - Valor Heroico
- JIN - Compasión
- REI - Cortesía
- MEYO - Honor
- MAKOTO - Sinceridad Absoluta
- CHUGO - Deber y Lealtad

Y ahora hagamos el proceso interno de autoanalizarnos y ver cuantos de estos principios seguimos en nuestra vida, en nuestro día a día, en nuestras relaciones sociales o sentimentales, y sobretodo, y lo más importante si creemos en ello. Llegaremos fácilmente a una conclusión cada uno de nosotros/as de forma unánime: Nos gustaría que fueran así las cosas ¿verdad?. Otra cosa es si lo que hacemos y decimos se ajusta en alguna medida a este código. No estoy diciendo que sea el mejor de ellos, ni un modelo inflexible a seguir, pero cuando conoces otros modos de pensar, de ver las cosas, quizás acabas por responderte a aquello que tanto te preocupa y que no te deja dormir o vivir en paz. Debemos de separar ciertas cosas de nuestra vida, y no focalizar esfuerzos en cosas que realmente no tienen una solución a corto plazo, y analizar el mejor modo posible para poder conseguir ser lo que queremos o aquello que necesitamos superar.

Puede ser incluso que aplicando un SHIATSU onírico (Shiatsu significa masaje en Japonés) a nuestra alma, los problemas desaparezcan o no los veamos cómo tales. ¿No es quizás que los occidentales nos estresamos solos? (y no me refiero en al ámbito laboral, que ese es un capítulo aparte), y le damos demasiadas vueltas a las cosas. Puede ocurrir que la respuesta este delante nuestro, y no la hayamos visto o que pensemos que no puede ser que eso sea tan sencillo de solucionar.

La niebla, no siempre impide ver el bosque, a veces la oscuridad del pozo del que siempre hablamos que nos vemos dentro sea una oscuridad autoinducida, una forma cruel de flagelarnos el alma y ese Shin (espíritu) que no conseguimos pueda descansar en paz.

La vida siempre se abre camino, como el agua entre las rocas, y ni las montañas más altas y robustas son capaces de detener esa corriente vital que inunda nuestro planeta. En nosotros mismos reside la llave de solucionar nuestros problemas, de salir del pozo, de ver el sol que alumbra aquel territorio del paraíso que se llama VIVIR. Dejar de respirar por voluntad propia significa no haber comprendido el sentido del juego vital en el que nos han metido cuando nos crearon y nacimos, y que aunque no lo veamos de este modo es esa precisamente la magia de la existencia.

No dejéis nunca de ser vuestros/as magos/as, siempre nos pasa algo a lo largo del día que hace que cuando nos acostemos por la noche para descansar y cerremos los ojos pensemos que hoy también ha valido la pena dar grandes bocanadas de aire para respirar.

jueves, 24 de agosto de 2006

DILEMA O MIEDO A LA NADA

Aún no se había ido el sol y ya empezaba a cenar, temprano, no tenía la intención de irme a dormir demasiado tarde, me apetecía leer un libro que empecé el pasado fin de semana; bueno, en honor a la verdad deciros que realmente estoy con 5 libros a la vez; no puedo evitarlo y lo he intentado, pero si el libro me encanta suele durarme 3 días, ya que hasta que no lo termino no puedo dejarlo aparcado en la mesilla de noche, y según el día que tenga me apetece coger el libro de historia, o la novela de ficción, o el ensayo, o el libro de biología humana (en concreto de etología del ser humano, del cual os hablaré algún día por ser un tema fascinante), o sencillamente unos cómics para conciliar el sueño. Pero al no ver la televisión el dilema surgió cuando tuve que decidir que ponerme en el DVD mientras cenaba, una película o un documental.

Tic-tac tic-tac, sonaba en mi reloj interno, presionando mi decisión, impacientándose, y acabé por escoger un documental americano presentado en el Festival de Sundance hace un par de años y que ha tenido bastante éxito desde que se estrenó: “Super Size Me”. Realmente bueno, lo recomiendo encarecidamente, y eso que lo tenía pendiente desde hacía unos meses, imperdonable.

Esta mañana en el desayuno, con unos compañeros del trabajo lo hemos comentado, y la verdad es que la conversación ha estado más que agradable. Me gusta ir a comer con personas que no hablan durante esos escasos 20min., que no dan para un atracón, sólo de trabajo, trabajo, trabajo y criticar compañeros/as siempre de forma sistemática. Lo odio, aunque hay veces, pocas pero las hay, en las que es necesario que salga el tema, pero constantemente la gente entra en la rutina de hacerlo siempre, estén con quién estén sin pensar que delante quizás hay alguien que es amigo/a de la persona a la que descarnadamente se está bapuleando. Imagino que no lo pueden evitar, pero deberíamos de hacerlo en general.

La sinceridad sólo la puedes dejar ir con tus verdaderas amistades, pero con el resto de humanidad ser honesto significa ganarte enemigos, gente que no entiende lo que dices, malentendidos, y acabas estando algo solo/a, algo que en ocasiones es incluso más que necesario; pero la gente en grandes rasgos es incapaz de estar sola, les aterra, tanto que el estar esperando a alguien en una terraza de una cafetería treinta minutos les supone un esfuerzo de proporciones similares a las personas que sufren agorafobia.

El miedo, cualquier manifestación del miedo, es aquello que nunca deseamos que nos invada o que lo suframos en mayor o menor intensidad pero a pesar de nuestros esfuerzos lo sufrimos, porque en las profundidades de cada lágrima vive en ella un pequeño ser angelical capaz de fundir el alma de más valiente de los seres de esta tierra, pero para llorar de miedo hemos de haber experimentado un profundo dolor del alma, y a menudo sin darnos cuenta ese dolor nos purifica.

No todo el mundo consigue aquello que deseamos de pequeño, ni de adultos. Pensamos que decepcionamos constantemente y ese sentimiento arraigado de una forma ancestral hace que no sepamos desarrollarnos en esa inestabilidad cotidiana en la que nos movemos. A veces, demasiado a menudo, pensamos que lo sabemos todo sobre nosotros/as mismos/as, pero no es así, caminamos la mayoría de veces solos/as, guiados por el corazón, y por las señales que nos ofrece la vida y que no solemos ver o entender, y que muy pocos podemos aprovechar. Somos por naturaleza egoístas con nuestra vida, y del pasado hacemos nuestro estandarte, utilizando a la sociedad como escudo y a la hipocresía nuestra arma para defendernos.

Personalmente prefiero seguir caminando por el río de la vida, levantando la cabeza cada vez que me la azoten, o intenten ahogarme, y vivir con la intensidad del mañana, sonriendo cada día simplemente porque hoy también ha salido el sol y puedo contemplarlo, y respirar para equivocarme y acertar en mis decisiones, pero sin olvidar quién soy y que quiero o espero de mi, para enriquecer y ayudar a aquellas personas que quiero y por las que daría mi vida sin dudarlo. Aunque siga deseando a menudo querer comprar el mundo para devolverlo a las personas aquello que algunos les han arrebatado. No dejaré de intentarlo, os lo aseguro.

miércoles, 23 de agosto de 2006

ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

Entre el cielo y la tierra todo parece distinto aunque a veces se dislumbre que es lo mismo, quizás el desasosiego de las almas y del espacio que las separa, aunque en realidad, nadie es capaz de darle una explicación a un misterio tan eterno. Nuestras vidas siguen pasando delante de nuestras narices, y de vez en cuando sonreímos para aparentar que algo hemos entendido de todo esto.

Nos llenan las ilusiones de que todo cambiará y hacemos nuestro ese dicho que el qué siembra siempre recoge, cómo si no hubiésemos aprendido nada después de tantos siglos cosechando y recogiendo tan poco; y que decir de la afirmación que en voz alta gritamos de que todo el mundo es y merece ser libre, cuando en realidad nosotros mismos nos aplicamos esas ataduras que tanto detestamos y que somos incapaces de ver.

Hemos aprendido a creer lo que nos dicen con una fe ciega que haría palidecer al más devoto y creyente de cualquier religión que pueble este nuestro planeta azul. Por encima de todo existe la gente que es buena, luego la gente que es mala, y por último aquellas PERSONAS que caen en el más absoluto olvido, aquellos seres humanos, que aunque más puros de alma, su dejadez y suciedad física les hace valedores de las peores evocaciones de asco que se han vivido en muchos siglos. Los evitamos, cual leprosos en la época romana, y dirigimos nuestra mirada al suelo, y aunque esta se tope con la mierda de un perro, preferimos visualizar las heces de un can a ver reflejada la auténtica mierda de seres, supuestamente humanos, en lo que no hemos convertido en la actualidada, en esta sociedad del bienestar.

Me pongo enfermo cuando oigo a alguien gritar: “un hombre, un voto, viva la democracia...”, sobretodo cuando ese alguien resulta ser un político, quizás sea la edad, una edad que no me perdona y que hace que mi tolerancia a la estupidez humana sea cada día menor, provocándome una más que galopante alopecia y una ulcera de estómago que hace que ciertos días del año prefiera quedarme en casa acurrucado en posición fetal sin salir del suelo del baño.

Hace más de 7 meses que no enciendo el televisor, lo digo en serio, no miento, sólo lo enciendo 20 min. por la mañana antes de ir a trabajar mientras me tomo el primer café de la mañana, hasta que empiezan a hablar de deportes; luego por la noche cuando llego a casa y empiezo a cenar me pongo alguna película en DVD o un documental, y según las ganas que tenga me voy temprano a la cama para leer. En fin, que aunque parezca que me haya separado de la actualidad más reciente, no es cierto, ya que existe, en esta, nuestra sociedad de la información otros medios a nuestro alcance para estar informados. Luego nosotros mismos ya lo filtraremos bajo nuestro calidoscópio personal y sacaremos, o al menos lo intentaremos, algo en claro.

Por eso soy conocedor de lo que ha pasado con el accidente ferroviario, lo el del Tupolev Ruso, el problema de Irán e Oriente en general, y tantas otras cosas que hace que esa tolerancia que siempre he tenido empiece a perderla a pasos agigantados. Quizás necesite desvincularme más de esto y dedicarme a leer cómo hago últimamente, y ver el televisor de vez en cuando cada 15 días cómo si fuera por prescipción médica.
Me intersa más saber la historia real de la Batalla de las Ardenas a finales de la Segunda Guerra Mundial y la historia personal de los soldados del pelotón 394 del Regimiento de Infantería de EE.UU. que sobrevivío a un campo de concentración todo entero sin perder un hombre y que fueron condecorados por su valentía y entereza en ese conflicto que aún averguenza a toda Europa; que saber si el precio del crudo sube, baja o se queda estanco, o si bajan los tipos de interes, etc... sencillamente por ser temas que no puedo controlar, ni desgraciadamente influir de una manera notable, y a parte de la pataleta en mi casa, los insultos y mi desaprobación absoluta a todo esto, no puedo hacer nada más, porque mi sueldo seguirá siendo el mismo, y no podré estrangular a mi jefe para hacerle entender que ahora me han subido la hipotéca, o el precio de las zanahorias, la sopa de sobre, y vállase usted a saber que más.

De todos modos prometo que si alguna vez me toca la loteria o algo parecido y amaso una fortuna, voy a comprarme una isla para convertirla en la nueva Atlántida, haciendo un proceso de selección de Recursos Humanos para poblarla solamente con personas que respeten, quieran vivir en paz, y no crean en la violencia para resolver sus problemas o los de los demás.

Ojalá pudiera comprar el mundo entero, poder hacerlo realmente habitable, y que se pudiera ver con los mismos ojos de ilusión y esperanza como yo lo veo que podría llegar a ser. De momento, seguiré comprando en la única quiniela que participo: el de la búsqueda de la verdad de las cosas y que por desgracia se nos es censurada.

martes, 22 de agosto de 2006

CUESTIÓN DE SUEÑO

Hoy, por algún motivo que aún estoy intentando descubrir, me he levantado bastante más tarde de lo habitual. No ha sido por una necesidad imperiosa de dormir más, ni por una falta irremediable de sueño, tampoco, que yo recuerde, le debo nada en concepto de atrasos a la noche. Con creces ya he pagado estos años mis excesos.


Sencillamente, tenía sueño. Me acosté normal, como cada noche, incluso diría que algo más temprano para ser finales de Agosto, y aunque mis vacaciones suenan ya algo más que lejanas, el dejar ese deporte nacional de la siesta como un lujo para los fines de semana, supuso un trauma doloroso en su momento, pero ha despertado en mi algo extraño, una sensación, un sentimiento de desolación interior, mejor dicho de purgación. Me explicaré. He reecho mi vida con otra persona, que hasta ahora era desconocida para mi aunque ya la conociera; siempre bajo la premisa del respeto, ya que nadie es dueño de nadie, pero nadie puede arrebatarte tu verdadera personalidad ni pedirte cosas a cambio de un modo forzado o por chantaje emocional.

Existe un connotación de riesgo en muchas de las cosas que hacemos, en muchos de las palabras que decimos en alguna conversación, y aunque en ocasiones es calculado, hay habitualmente personas que saltan del puente atados pero sin calcular la distancia hasta el suelo, y la medida de la cuerda que se han puesto, no sea que ya no exista un verdadero riesgo en ese salto. Estúpidez humana se le llama a esto, no tiene otra palabra. Los riesgos siempre insconscientemente son calculados bajo nuestras aptitudes, bajo el conocimiento de nosotros mismos, de nuestra destreza aprendida a lo largo de los años, de nuestras posibilidades, de nuestra realidad que nos envuelve, de todos estos factores que aunque calculados mentalmente siempre deberíamos, al menos, hacerlos. Seguirá siendo riesgo, pero la consecución y finalidad del salto será en cierto modo seguro, por si acaso debemos volver a intertarlo uno y otra vez, o dejarlo correr sin sufrir algún desorden psíquico que amence nuestro futuro emocional, y nos invada el arrepentimiento.

Gilipollez, se le llama a esperar que todo salga bien al primer intento si antes no tenemos claras algunas cosas que solemos pasar por alto. En fin, hay gente que lo practica más a menudo de lo que se piensa, y a eso le podríamos llamar autoengaño, palabra y acción que nos persigue mucho cuando no sabemos que estamos haciendo aquí, ni que rumbo tomar en nuestra existencia, ni nada de nada. Quizás nos hayamos caído en algún pozo oscuro y olvidado por el destino en alguno de los caminos que nos encontramos a lo largo de nuestro día a día. Yo hasta hace bien poco estaba en uno de ellos, no me caí voluntariamente, seguro que me empujaron, o me deje engañar para asomar la cabeza creyendo haber encontrado algún tesoro. Pero por fin he salido, concretamente el 01 de enero de este año. Caramba, seguramente la mejor manera de empezar el año.

Ahora ese pozo lo he tapado, mejor dicho, lo he sellado, para no volver a caer en él, ni que me empujen, y ahora ya todo eso forma parte del pasado, y debe dejarse en paz, que descanse en la eternidad de los tiempos, recordando siempre que eso nunca puede volver a pasarme. Ví el Sol, brillando, resplandeciente, y comprendí que yo ya no era aquel joven que soñaba, pero me levanté, y entendí que no era cuestión de un sueño, si no que se trataba de mi destino que había finalizado su nuevo capítulo para escribir el nuevo, mi nuevo futuro.

Escribo esto mientras estoy escuchando a los Dioses del Rock, los Led Zeppelin, y he empezado con "Inmigrant Song" y finalizo con "Stairway to heaven", que mejor canción para el inicio de algo que me llevará a ser mejor persona, y poder por un instante volver a tocar el cielo y sus nubes con la llema de los dedos. Para los demás que suelen leerme o los nuevos, no dejéis nunca de mirar al Sol, la oscuridad es sólo para dormir y descansar, nunca para vivir en ella.

viernes, 18 de agosto de 2006

Estàs sola, Patrícia?

Havia estat una setmana molt intensa. Els dits semblaven tentacles nascuts de la màquina d’escriure. Havia escrit tres novel·les eròtiques: La llengua que en sabia massa, A la recerca de l’orgasme perdut, i Un home llop a la bragueta; i tot just en començava una altra de diferent, més personal: Estàs sola, Patrícia?... Sentia el cor buit, les acrobàcies sexuals en el paper no em produïen la menor excitació. Però quan acabava la feina, la meva memòria començava a funcionar de valent. Era llavors quan desitjava veure sorgir la Laura del bany, en un d’aquells antics divendres, transformada en una aparició: lligams de color turquesa, sabates negres de tacons alts, i maquillada com si fos l’hereva de l’empresa Avon.
Subjectava dues copes de tequila a les mans i somreia amb la mateixa amplitud que una dotzena de negres cantant l’Aleluyah.


* * *


Estava tota sola. Avui els pares havien d’anar a un sopar, que des de feia temps, tenien aplaçat a casa d’uns amics d’en Lluís, el pare. La Rosa, però, no en tenia pas cap ganes d’anar-hi. Havia intentat buscar una altra excusa per no tenir que assistir, però l’anterior ja havia resultat massa perfecte, i superar-la era una tasca més que complicada. Per tant, la resignació era la seva única sortida viable. Per ser sincers, no es portava gaire bé que diguem amb la Susanna, que era l’enfitriona, per una simple incompatibilitat de caràcters. No és pel fet de ser diferents com la nit del dia, sinó ans al contrari, les dues eren el dia, i per això que resulta inimaginable pensar en vint-i-quatre
hores amb el sol picant-te la testa. Però que hi farem, ella ja sabia des d’un principi que un compromís és un compromís, i que ser adult implica, en certes situacions, acceptar allò pel qual vomitaríem fins que l’estómac ens fes mal.

Havien trigat una hora i quart en arreglar-se; i això que la roba ja l’havien escollit, planxat i preparat amb anterioritat. La Rosa encara no estava dutxada i en Lluís no s’havia ni afaitat; això implicava haver de compartir el bany, mentre un es dutxava, l’altre s’afaitava. Mentrestant, tots dos, s’explicaven que ja feia temps que no realitzaven l’acte sexual del coit, car la nena al estar d’exàmens mai es trobaven sols. L’aigua feia molt soroll i en mica en mica anaven alçant el to de la conversa, fins al punt, que els veïns de dalt i d’abaix podien seguir la història amb tot luxe de detalls. Ara només quedava saber qui seria el primer. Ho van fer a sorts, i va guanyar ella. En Lluís, abatut per la derrota, va decidir avançà feina i emprà el temps per anar a donar-li instruccions a la seva filla. Després del truc a la porta, tal i com tenien pactat, va disposar-se a entrar tot adoptant un caire seriós, sepulcral. Va començar amb un to paternal, com el d’un capellà sermonejant-te abans de contraure matrimoni. Les ordres eren prou explícites: que no obrís la porta a desconeguts, que fregui els plats bruts del sopar, i que no anés gaire tard a dormir. La Patrícia va contestar-li al seu progenitor que no passes ànsia, que ja era prou gran i que si l’alzehimer no l’havia atacat a aquestes alçades de convivència, sabria prou bé que tenia dinou anys i era força responsable per l’edat que tenia. El pare veient com perdia terreny dictatorial, va recordar la forma en què va morir el hàmster que tenia al seu càrrec, un cop que per un sorteig a l’escola li va tocar de tenir-lo durant dos mesos. La Pat, molt indignada per haver tret un tema tan
dolorós, li va recriminar la falta de tacte, i va escusar-se dient que la pobre bestiola va morir de fam degut a una falta d’hàbit en donar-li els àpats, car no havia tingut mai un animal a casa . El pare va defugir la replica i la va deixar al càrrec del fort familiar.


* * *

La Joana utilitzava la seva llengua com un maduixot vermell, coent, connectat a l’hèlix d’un túrmix. Jo mai no resistia més de sis minuts la seva sessió. Així era, la Joana. De manera que bevíem el tequila i a continuació fèiem l’amor, carícia a carícia, petó a petó. Però la Joana se n’havia anat feia set mesos, atrapada per la fascinació de l’eslip verd dòlar d’un executiu de Califòrnia un tal Gates, que havia inventat el microxip flexible o alguna cosa per l’estil. I des de llavors jo anava orfe de saviesa genital.
La seva decisió va canviar la meva vida. Menjava aliments enllaunats, bevia aigua de l’aixeta barrejada amb conyac de bidó i vivia amb les finestres baixades per ignorar aquella estúpida seqüència nit-dia, dia-nit. Quan acabava una novel·la l’enviava per correu mitjançant la vella portera. Els últims quatre amics que tenia es van cansar del meu aïllament i jo no vaig fer res per retenir-los. Sense la Joana, poc m’importaven les nits de pòquer, fum i anècdotes virils ofegades en bourbon amb gel.

Vaig avisar la portera, li vaig entregar les tres novel·les, vaig evitar l’arrufament del seu nas davant l’atmosfera que sorgia del meu apartament i vaig tancar la porta. Tot seguit em vaig estirar al llit, despullat, tot donant un cop d’ull al meu museu de les inspiracions. Allà, a les parets, com si visqués immers en un etern fotograma, penjaven les femelles més depredadores de la dècada. Jo acostumava a inventar diàlegs tot mirant-les durant hores i hores. Cap d’aquelles dones se’m resistia. Recordo, per exemple, el dia que Kim Bassinger es va deixar estar d’anar als grans magatzems per a protagonitzar la nostra particular Nou setmanes i mitja.
Em va rebre en una espècie d’estudi obert al paisatge nevat i decorat amb pells d’ós polar, nútria i tigres de Bengala. Vaig anar fent lliscar la meva mà per damunt del seu sexe. Kim em va mirar entre l’èxtasi, l’esperança, el lliurament i el desconcert. Llavors va succeir. En ple record del diàleg inventat, vaig experimentar un flash que em va deixar els ulls bullint i una sensació de prepotència en els músculs.

La meva habitació havia desaparegut i allà estava ella, Kim, sola, asseguda a la mateixa cadira de fusta, amb un body idèntic, ensenyant-me la carn, igual que en la fotografia clavada a la paret. Va somriure, i jo vaig deixar lliscar els dits per aquella pell de coure, lleugerament descolorida però capaç de les millors artesanies. No va obrir boca sinó per a entrar en la meva, i em vaig deixar enredar pels cabells i els seus turmells plens de petites cadenes d’or blanc. Vaig llepar la seva espatlla d’est a oest, aspirant el seu alè, i vaig veure el meu rostre esplèndidament satisfet en el mirall de les seves pupil·les humides. Navegar dins el seu cos fou la cosa més fantàstica del món.

Un instant després del crit de plaer de l’orgasme del segle, vaig tornar a trobar-me a la meva habitació, tirat sobre els llençols arrugats del llit, mirant obsessivament la Kim crucificada amb xinxetes. Em vaig ajupir per plorar; només havia estat una fantasia.

Crec que em vaig adormir. Quan vaig obrir els ulls no vaig necessitar reflexionar més; tenia el convenciment que tants anys d’aventures de tocador havien aconseguit obrir una petita fissura per on situar-me en una realitat de sexe viu, famós, complaent i impune.
(Continuarà...)

Un capítulo de la novela que estoy escribiendo



--Buenas noches, ¿es usted Julius Thomas? –preguntó la voz de un hombre con un tono natural y tranquilizador-.
--Sí, en efecto–respondí secamente sin haber mirado aún el reloj de la mesita-.
--Disculpe que le llame a estas horas de la madrugada, no deseo extenderme, tampoco puedo contarle ningún detalle por teléfono, pero es muy urgente que nos veamos pasado mañana, el viernes a las diez en la terraza del café Zurich, en la parte que da a la entrada del centro comercial delante de las Ramblas, si no tiene inconveniente, claro. Repito que es imperativo que podamos vernos, es de vital importancia para usted, su futuro esta en juego y debo prevenirle.
--¿Sabe que hora es? -pregunté sin esperar una respuesta y sin haber prestado demasiada atención a sus últimas palabras- porqué motivo debería de hacerle caso y aceptar su invitación –le respondí más enfadado que al principio-.

A medida que pasaban los segundos la situación empezaba a ponerse más tensa por mi parte. Por mucho que intenté hacer el esfuerzo, era incapaz de comprender esa extraña llamada. Eran casi las 4 de la madrugada y las dos noches anteriores me había costado conciliar el sueño, tanto viaje últimamente me estaba agotando más de lo habitual, y esa llamada inesperada me había roto lo poco que me quedaba de esta.
--Puedo saber quién es usted… -hice una pausa para poder coger aire, me había quedado con los pulmones vacíos-, porque quiere verme… ¿A qué viene tanta urgencia?.
--¿Está seguro que no le suena mi voz?, ¿no sabe quién soy?, ¿lo dice en serio? –se preguntó el hombre, muy sorprendido, como si en verdad hubiera tenido la obligación de reconocerle-.
--Tan en serio como que voy a colgar el teléfono.
--Espere,… espere,… por favor…, déjeme que le explique –dijo rápidamente, evitando así que colgara-. ¿Verdad qué últimamente se le repite un sueño, el mismo sueño para ser exactos?, ¿en el sueño aparece un caja de madera con una palabra de un color azul dorado en un lateral y está repleta de jeroglíficos parecidos a los egipcios?.

En ese instante se hizo un rotundo silencio a ambos lados de la línea telefónica, sólo se oía la respiración rítmica de aquel hombre y la mía, bastante más entrecortada y nerviosa. Lo que me sorprendió más, no fue la llamada en sí, sino el detalle que preguntase por el sueño, por un sueño que no había contado a nadie y que desde hacía tres meses se me repetía constantemente cada noche, incluso empezaba a tenerlo de día, de camino al trabajo, o tomando un café en cualquier lugar. Siempre era el mismo y siempre empezaba igual, como si eso quisiera decir algo, algo que no comprendía de momento.

En el sueño se veía el pueblo de Nag Hammadi cerca de la actual Luxor, la antigua Tebas que un día fue la capital del país, situado en el desierto occidental del Alto Egipto. Me encontraba paseando por el pueblo, sin un rumbo prefijado, en tercera persona, cómo si fuera el protagonista y me encontrase sumergido en la acción, como si en realidad estuviera ocurriendo semejante barbaridad.

Era la época del Faraón de la Dinastía I, en el reinado de SEMERJET, hacía el 2902 a.C., después de la reciente muerte del Faraón ANEDJIB. Fue en ese rincón donde oí por primera vez la palabra Safalahar. En mi cabeza podía escuchar perfectamente una voz suave que me repetía en todo el momento esa misma palabra, como su fuera un susurro, como un secreto de algo que me sería revelado en un futuro próximo.
Provenía, por lo que descubrí más tarde, de una lengua que se había hablado en alguna ocasión en UR, cuna de las primeras civilizaciones del ser humano, pero que provenía no se sabe de que época exacta del pasado de la humanidad. No había nada oficial al respecto, en los libros de texto tradicionales no aparecía en ningún párrafo que hubiera existido esa lengua o dialecto, y mucho menos que se hablase en Ur.

Era uno de los veranos más calurosos que se recuerdan en la región. En el pueblo no se hablaba de otra cosa, por lo visto un pastor había encontrado la entrada de una cueva en unas rocas, cerca del poblado y había cogido de su interior una cajita pequeña del tamaño de un coco y llena de inscripciones que no conocían, que no eran suyas, que no parecían ni ser egipcias. Ninguno de los ancianos del lugar podían descifrar lo que parecía una palabra en uno de los costados, en cambio, los jeroglíficos, aunque de un modo muy tosco, y lo más probable, nada fidedignos, lograron traducir algunos fragmentos, que más tarde con la imaginación lograron unir para formar frases más o menos coherentes, o al menos esa era la intención de aquellos viejos que dominaban el arte de escribir y leer.

Miré hacia el techo, pensando que contestar. Suspiré varias veces sin tenerlo claro.
--Como le reconoceré. Llevará algo característico en estas situaciones, no sé, un periódico por ejemplo, o un libro en concreto, o lo típico del clavel en la chaqueta.
--No se preocupe, me reconocerá al momento, aunque no nos hayamos visto nunca, o al menos eso es lo que usted cree tan firmemente –contestó sin dar más explicaciones-.

Colgué el teléfono sin despedirme. Me senté en el borde de la cama, extrañado por la conversación, por sus afirmaciones, por el sueño. Respiré hondo para recuperar todo el aire que había dejado escapar instantes antes.
(Continuará...)

AQUELLO QUE NO SABEMOS QUE TENEMOS

Soñamos aquello que desearíamos que nos envolviera, aquello por lo que creemos vale la pena luchar. Nuestra piel, absorbe por cada uno de los poros las vibraciones de las ilusiones ajenas, cómo receptores de energía positiva, intentando transformarlo en algo real, en poder cambiar el mundo, pero nos damos cuenta, demasiado a menudo, que no somos alquimistas, ni nuestra alma por si sólo es capaz de hacerlo, o al menos eso se nos han enseñado.

Aunque quizás estén equivocados, y nuestra alma, nuestro cuerpo entero, sea capaz de dar un giro inesperado a todo esto, de cambiar el mundo, de hacer reflexionar a las personas, de hacer sonreír a esos miles de niños que aún no han crecido y mantienen intacto algo que los mayores hemos perdido hace siglos: la perspectiva real de las cosas que nos rodean, la incredulidad ante la vida, la ilusión, la esperanza.

Es más sencillo que eso, sólo se trata de mantener eso que nos hace humanos, aquello por lo que seguimos, aún con el paso de los miles de años esperando y que nunca tendremos. No porque sea inalcanzable, ni tampoco utópico, sencillamente por temor a cambiar aquello que conocemos del mundo que nos rodea, por miedo a que nos carguemos algo que ni sabemos que existe o que en realidad nos perjudica realmente en lugar de beneficiarnos.
Complejo, interesante, difícil de llevar a término; pero la gente, aunque muchos y muchas quieran creerse lo contrario, no cambia en esencia, sólo modificamos aspectos superficiales o limamos alguna aspereza banal, ya que cuando nuestra personalidad emotiva y vital se está gestando es el único instante que podemos escoger que camino vamos a adoptar en un futuro aunque no lo sepamos. Hay gente que no madura, que se queda anclada en un pasado que por ser pasado parece bonito y quizás lo haya sido, quizás haya sido el mejor momento de nuestra vida, pero el pasado es precisamente eso, pasado y los sentimientos o vivencias es imposible repetirlas o volverlas a tener, no del mismo modo exacto al menos. Nos engañamos a menudo para justificar nuestras acciones, nuestras decisiones, para no afrontar, en caso que nos salga mal, nuestros errores. Esto último es algo que sobretodo aplicamos en campo de los sentimientos, en el amor, en nuestras relaciones personales, lo demás pensamos que es más sencillo de justificar.

Que siente alguien que toma una decisión en un momento, y luego, más tarde en el tiempo se da cuenta que se había equivocado, que no había interiorizado y reflexionado tanto la decisión como pensaba o simplemente erró en el diagnóstico; que sucede si ya no puede volver atrás, ¿cómo afronta el futuro que le espera de frustración? ¿de recuerdos constantes de esa decisión equivocada? ¿del daño que se ha causado para su estabilidad mental y social?; sencillo, madurar, crecer, es comprenderse a uno mismo, a saber que la gente se equivoca, por el simple hecho de ser humanos, a saber perdonar, a no olvidar para cometer los mismos errores, a seguir adelante, a no dejar que el cielo se cierne encima hasta asfixiarte, a vivir y sobretodo a tener siempre la conciencia tranquila, sólo así consigues ver que cada día sale el sol por el horizonte aunque nos queramos empeñar en no verlo y queramos vivir en la más absoluta oscuridad vital. Nada vale ese esfuerzo de negación. Aceptarse, vivir con uno mismo con armonía, ser fiel a tus creencias, a tus instintos, a la vida en general hace que todo lo demás llegue sólo, por inercia, por sincronicidad. No todas las personas malas se salen con la suya, y en caso de ser así, no es nuestro problema, no podemos juzgarlo, son humanos como nosotros aunque nos joda.


Para aquellas personas que se sienten perdidas, desorientadas, con la oscuridad en sus almas, sólo decirles, que nos caemos, para poder levantarnos de nuevo, y que la libertad no la dictan las leyes, la sociedad, ni nada por el estilo, la libertad la marcamos nosotros en nuestro corazón, en nuestras acciones, en nuestras relaciones sentimentales, tanto con nuestra pareja, como con nuestros hijos, nuestra familia, nuestras amistades o sencillamente con la gente que a lo largo de este viaje vital nos encontramos y cruzamos cada día.