Hace unas semanas leía un artículo en un periódico que me gusto como estaba tratado. Recreaba un diálogo entre dos personas para justificar, mejor dicho mostrar, la opinión del autor. Me gustó. Aunque en bastantes aspectos no coincidía con quién lo firmaba, pero el tema me pareció interesante: el amor y el corazón.
El ser humano está condenado a entenderse, a casarse con uno mismo, a escuchar sólo su propio latido, más que con el latido de otra persona, es así y no se puede evitar, tampoco podemos evitar ser territoriales. Pero la única dictadura que deberíamos de soportar es la del latido propio. No deberíamos dejarnos esclavizar por el corazón. El corazón tan sólo bombea sangre.
Tendemos por naturaleza a verbalizar las cosas, y solemos inventarnos un lenguaje propio con las cosas que oímos cada día por los distintos canales comunicativos que emplea nuestra sociedad actual. Y por eso quizás vivamos en una torre de Babel, creada por nosotros, tergiversando conceptos, justificando actitudes, pensamientos, malentendiendo el amor en si mismo, cualquier tipo de amor, no ha de ser necesariamente el de pareja.
Una vez, hace bastante tiempo, leí un artículo, en una revista de historia, de un antropólogo chino del cual no consigo recordar su nombre, descubrió que una tribu del sudeste asiático, la tribu Na para ser exactos, no existía en su vocabulario la palabra padre, ni existían los conceptos de posesión, ni de celos y los Na, por lo visto, cuando el antropólogo les intentaba explicar estas palabras lo miraban con cara pétrea sin entender nada. No será que esta civilización en la que vivimos ha sido inventada por el Vaticano y por las pelis de Hollywood. Seguramente si no fuera así, las relaciones humanas podrían ser mucho más divertidas, más abiertas, más libres!. Puede ser que lo sean para algunos, pero la mayoría aún no se ha dado cuenta.
Tenemos una función muy clara con nosotros/as mismos/as que es la de realizarnos como personas, lo del amor en pareja es un premio, nunca una finalidad. Se puede vivir perfectamente feliz sin una pareja al lado, mientras se tengan verdaderos amigos, familia, etcétera, es posible, pero sobretodo hemos de estar a gusto con nosotros, con nuestro yo, con el sitio que ocupamos, con el camino que hemos andado. A veces incluso estando casados nos sentimos solos, incomprendidos, y nos sacrificamos por la otra persona cuando en realidad con tiempo, en el peor de los caos, asistes a una decepción de aquello por lo que en un momento determinado luchaste, por esas ilusiones que pusiste, por incomprensión, por falta de cariño real, por respeto. Amar es darlo todo, incondicionalmente, sin esperar nada a cambio. El amor lo mueve todo, cualquier tipo de amor, pero no siempre es positivo, muchos actos condenables han sido hechos por amor a lo largo de la historia.
La humanidad se jodió, se perdió, el día que Moisés se subió a un monte y bajó cargado de unas leyes. Esas leyes por desgracia lo que hicieron fue legislar la intimidad de la gente a niveles que el Gobierno más totalitario del mundo no se hubiera atrevido nunca, ni ahora. Ojala Moisés se hubiera caído de bruces mientras bajaba cargado con el peso y se hubiera roto la crisma. Viviríamos mejor, sin ataduras morales tan condenables, con sentido común, con respeto, con amor. Es cierto, soy enemigo de todas las religiones. Y sigo sin comprender cómo es que somos el único animal del planeta que se acerca al dolor, al peligro. El resto de animales huyen y se largan, en cambio el animal humano no, quizás por masoquismo, para putearse, para engañarse. Lo más curioso es que huye de la muerte con miedo, y no tenemos claro que hemos venido a VIVIR, y cuando se ha de morir se muere y listos. Hay que vivir con gusto, alegres, hemos venido a jugar, y quién no ha venido a jugar que se encierre con sus propias leyes, que sufra, y que disfrute sufriendo, pero que dejen jugar a los demás y no nos jodan. El policía que lleva dentro la mitad del género humano sólo se divierte prohibiendo cosas a los demás, en vez de prohibírselas a sí mismos.
Los miedos entran si tú les das permiso, siempre tienes la opción de decir que no y ser consecuente con nuestros actos. No hay más, es quizás lo más sencillo que hay en este mundo y a la vez lo que más complicamos, tanto hasta llegar a unas cotas insospechadas de dolor y sufrimiento.
El ser humano está condenado a entenderse, a casarse con uno mismo, a escuchar sólo su propio latido, más que con el latido de otra persona, es así y no se puede evitar, tampoco podemos evitar ser territoriales. Pero la única dictadura que deberíamos de soportar es la del latido propio. No deberíamos dejarnos esclavizar por el corazón. El corazón tan sólo bombea sangre.
Tendemos por naturaleza a verbalizar las cosas, y solemos inventarnos un lenguaje propio con las cosas que oímos cada día por los distintos canales comunicativos que emplea nuestra sociedad actual. Y por eso quizás vivamos en una torre de Babel, creada por nosotros, tergiversando conceptos, justificando actitudes, pensamientos, malentendiendo el amor en si mismo, cualquier tipo de amor, no ha de ser necesariamente el de pareja.
Una vez, hace bastante tiempo, leí un artículo, en una revista de historia, de un antropólogo chino del cual no consigo recordar su nombre, descubrió que una tribu del sudeste asiático, la tribu Na para ser exactos, no existía en su vocabulario la palabra padre, ni existían los conceptos de posesión, ni de celos y los Na, por lo visto, cuando el antropólogo les intentaba explicar estas palabras lo miraban con cara pétrea sin entender nada. No será que esta civilización en la que vivimos ha sido inventada por el Vaticano y por las pelis de Hollywood. Seguramente si no fuera así, las relaciones humanas podrían ser mucho más divertidas, más abiertas, más libres!. Puede ser que lo sean para algunos, pero la mayoría aún no se ha dado cuenta.
Tenemos una función muy clara con nosotros/as mismos/as que es la de realizarnos como personas, lo del amor en pareja es un premio, nunca una finalidad. Se puede vivir perfectamente feliz sin una pareja al lado, mientras se tengan verdaderos amigos, familia, etcétera, es posible, pero sobretodo hemos de estar a gusto con nosotros, con nuestro yo, con el sitio que ocupamos, con el camino que hemos andado. A veces incluso estando casados nos sentimos solos, incomprendidos, y nos sacrificamos por la otra persona cuando en realidad con tiempo, en el peor de los caos, asistes a una decepción de aquello por lo que en un momento determinado luchaste, por esas ilusiones que pusiste, por incomprensión, por falta de cariño real, por respeto. Amar es darlo todo, incondicionalmente, sin esperar nada a cambio. El amor lo mueve todo, cualquier tipo de amor, pero no siempre es positivo, muchos actos condenables han sido hechos por amor a lo largo de la historia.
La humanidad se jodió, se perdió, el día que Moisés se subió a un monte y bajó cargado de unas leyes. Esas leyes por desgracia lo que hicieron fue legislar la intimidad de la gente a niveles que el Gobierno más totalitario del mundo no se hubiera atrevido nunca, ni ahora. Ojala Moisés se hubiera caído de bruces mientras bajaba cargado con el peso y se hubiera roto la crisma. Viviríamos mejor, sin ataduras morales tan condenables, con sentido común, con respeto, con amor. Es cierto, soy enemigo de todas las religiones. Y sigo sin comprender cómo es que somos el único animal del planeta que se acerca al dolor, al peligro. El resto de animales huyen y se largan, en cambio el animal humano no, quizás por masoquismo, para putearse, para engañarse. Lo más curioso es que huye de la muerte con miedo, y no tenemos claro que hemos venido a VIVIR, y cuando se ha de morir se muere y listos. Hay que vivir con gusto, alegres, hemos venido a jugar, y quién no ha venido a jugar que se encierre con sus propias leyes, que sufra, y que disfrute sufriendo, pero que dejen jugar a los demás y no nos jodan. El policía que lleva dentro la mitad del género humano sólo se divierte prohibiendo cosas a los demás, en vez de prohibírselas a sí mismos.
Los miedos entran si tú les das permiso, siempre tienes la opción de decir que no y ser consecuente con nuestros actos. No hay más, es quizás lo más sencillo que hay en este mundo y a la vez lo que más complicamos, tanto hasta llegar a unas cotas insospechadas de dolor y sufrimiento.
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