viernes, 15 de diciembre de 2006

VIAJE EN TREN, SUEÑOS DEL PASADO


Viajo en tren a diario, incluso muchos de los fines de semana. Cuando no estoy leyendo, enfrascado en alguna lectura absorbente, suelo pasarme todo el trayecto hacía el lugar de destino mirando por el cristal, sobretodo cuando lo cojo muy temprano y empieza a salir el sol, y eso ocurre sólo los días que voy al gimnasio, dónde los madrugones son considerables y me levanto a las 05:15h de la mañana para entrenar.

Casi todo el viaje puedo contemplar las montañas y los coches que fluyen armoniosos por la C-58, que pasa en uno de los tramos del recorrido, muy cerca del tren, pudiendo ver las luces rojas en dirección hacia Barcelona, y las blancas saliendo de la ciudad hacia otros destinos dispares en la geografía. Forman ese gran calidoscopio de historias personales, de deseos puestos cada mañana para que el destino les escuche y se los cumpla, de esperanza puesta en el día que empieza y sea mejor que el anterior en especial si ha sido malo; en cambio si ha sido bueno al menos se le pide que se mantenga y no se estropee.

De fondo música en el ipod que siempre viene conmigo, es mi amigo más inseparable que tengo en formato inanimado, el resto se lo dejo a mis amistades de carne y hueso. Hoy me encontraba escuchando un concierto en directo del francés Yann Tiersen, capaz de transportarte con sus arreglos musicales, y sus sonidos compuestos con el alma, hacia el mejor de los sueños oníricos de la existencia. Cierro de vez en cuando los ojos, para que mi cerebro disfrute de cada uno de los instrumentos, y pueda separarlos por canales para transportarlos a cada uno de mis órganos internos: el bajo para los riñones, la batería para el estómago, el saxo para los pulmones, el acordeón para los ojos, y así hasta el punto que mi cuerpo se convierte en la sala misma del concierto, amplificando el sonido, realzando los aspectos de cada instrumento.

Esta música es ideal para acompañarme por esa visión del paisaje bucólico de la gente que se dirige hacia su trabajo. Con sus pensamientos atacando a sus neuronas, con sus frustraciones, las ilusiones del cambio, la esperanza del reencuentro, y con esa sensación de prepotencia que a veces nos invade y que nos inyecta la adrenalina que necesitamos para poder arrancar el día con la mejor de las caras posibles, sin que nadie note que a menudo somos el sparring de alguna conspiración cósmica decidida a aniquilar la poca cordura que nos queda.

Suelo sonreír a las personas que me miran a los ojos con cara de estar preocupadas por alguna cosa suya, que no saben a quién contar, ni cómo hacerlo, y veo que tienen el corazón roto de dolor o atormentado. Es una leve sonrisa, lo que les devuelvo, esperando crear un clima tranquilizador y que con mi mirada y mi sonrisa pueda transmitirle cierta paz interior y relajar eso que le pesa en el cuerpo y no les deja vivir en paz. No siempre debo de conseguir esa finalidad, pero la mayoría de veces si que lo hago, y se nota, y aunque sea por unos instantes esa persona no se ha sentido sola y ha visto que una persona desconocida ha compartido un rato su dolor.

Pero me entristece ver como la tónica general de este mundo que nos ha tocado vivir, de esta época de caos en la que parece estar sumida el planeta entero, cada vez más, invada y penetre en más personas, que esos miedos que tienen algunos se apropien de las almas de los demás, y les lleven al abismo de la oscuridad esperando apaciguar al demonio interior si le entregan la alma de otro junto a la suya, esperando que el castigo sea entonces perdonado. Y me hace llorar cuando no consigo salvar el alma de alguien que merece ser salvado, de esa persona que nunca ha hecho nada malo, y que ha decidido vivir en paz. Pero perdí las alas hace mucho tiempo ya, y no conservo esos poderes que un día me otorgaron para defender aquello que se creó. Me enamoré de alguien cambiando la inmortalidad de mi ser por la vulnerabilidad del vivir las consecuencias de gente despreciable.

No me arrepiento, en absoluto. Sólo procuro volverme a ganar esa confianza y que los poderes se me restablezcan para poder cambiar el curso de los acontecimientos de aquellos que se lo merecen, y les devuelva lo que se han ganado siendo buenas personas y manteniéndose puros ante la adversidad que les intenta partir en dos. Lucharé por ello, con todas mis fuerzas, aunque en ese combate pierda más que los poderes, pierda mi vida mortal. Siempre seremos libres para escoger nuestro camino, aceptando las consecuencias de nuestros actos, y el único juez somos nosotros/as mismos/as, no dejéis que nunca nadie os diga lo contrario, y la felicidad no se busca, se aprovecha lo que uno tiene para ser feliz.


I CAN’T MAKE YOU LOVE MEBonnie Raitt

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me recuerdas a Seth (Nicolas Cage) en City of Angels http://www.zinema.com/pelicula/1998/cityofan.htm, una de mis películas favoritas por demostrar lo que alguien puede llegar a hacer por amor, a pesar de enfrentarse a poder perderlo todo.

Estoy de acuerdo contigo, la felicidad no se busca... Vendría a remarcarlo con mi frase preferida: La felicidad es un trayecto, no un destino

Anónimo dijo...

Yo echo muchísimo de menos mis trayectos en metro en tiempos de facultad ...
Esos momentos meramente contemplativos, en que dejabas bajar a alguien del vagón y te miraba con cara rara. O simplemente poder leer durante el trayecto.
En coche te sientes mucho más solo y no hay forma de hacer otra cosa mientras tanto.

La Quinta Columna dijo...

Es cierto lo que dices Lucía, pero en coche tb te permite pensar en tus cosas, y depende si tienes compañía, el trayecto incluso puede ser más gartificante y educativo, todo en esta vida a veces se reduce en lo más sencillo y fácil: depende de la persona que tengas al lado (amigo/a, el amor de tu vida, tus hijos, etc...)el trayecto siempre será más bonito y podrás ayudar a que el suyo sea un momento especial :))))

Anónimo dijo...

Leer este relato, me hace ver en la vorágine que vivo día a día.

Para ir al trabajo, tardo 10 minutos, y voy en moto, así que no me da tiempo de contemplar y reflexionar mucho, pero bien es verdad que hay que pararse a contemplar las cosas, saborearlas y disfrutarlas.

Debería vivir el presente con más reflexión y contemplación. Gracias por darme el toque con esta entrada.