El Domingo pasado fuimos mi hermano menor, mi hermana, su marido y mi madre al puerto de Barcelona para coger la Golondrina e ir a tirar unas flores al mar en el lugar dónde hace ya un año depositamos en sus aguas la urna biodregadable con las cenizas de mi padre siguiendo su última voluntad. Ayer hacía un año de su repentina muerte a los 58 años de un ataque al corazón fulminante. Escribí en su momento un artículo que colgué en este blog. Pero aunque sea el primer aniversario de su muerte, también ha sido una liberación por otra parte más personal, más íntima, dónde mi corazón es el protagonista al igual que el suyo cuando le falló. Os cuento.
De regreso después de tirar las flores cerca del faro, dónde quiso permanecer siempre cuando dejase esta vida, de ese puerto que lo vió nacer (era de la Barceloneta de toda la vida, siempre lo decía, decía que la llevaba en el corazón para siempre, y pasé parte de mis fines de semana de pequeño visitando a mi abuela, corriendo por las estrechas callejuelas de la Barceloneta antes de sufrir esa mutilación que rompió una parte del barrio); del barco que tenía su padre amarrado en el puerto y dónde se aficionó mi padre a pescar, y que me transmitió a mi de pequeño cuando iba con él a pescar de madrugada los fines de semana de verano; de la multitud de veces que se lo había hecho a nado cómo buen nadador que era mi padre.
Me encontraba sentado en la parte de abajo con mi ipod, muy cerca de las olas. Mirando el puerto que me recordaba tanto a mi Padre. Ya había llorado lo mío y necesitaba estar un rato a solas. Mirar el mar, la calma que se respiraba, las vistas de la montaña de Montjuïc a lo lejos. Escuchaba Fito y Los Fitipaldis y la canción “La casa por el tejado”. La escuche 4 veces seguidas. Me hizo pensar. Me ánimo el alma tocada por el dolor y el sufrimiento de los últimos meses, pero me hizo sonreír a pesar de las lágrimas que se secaban con el viento lentamente, enfriando mis mejillas, haciéndome sentir vivo. Me hizo pensar en mi Padre, en que nunca hubiera querido verme así, triste, ni que dejara de luchar por lo que creo, por intentar cambiar este mundo que parece desmoronarse, ni que fuera infeliz con una mujer. Estoy seguro que quería que encontrase a esa alma que el destino nos guarda para el momento oportuno, no antes, ni después, en su preciso momento, sabiendo en un instante dado que nuestra búsqueda por fin a cesado, y que lo sabría yo y ella llegado su momento cuando te encuentras cara a cara y los ojos se adivinan el alma.
Dicen por ahí, que las últimas relaciones marcan demasiado el futuro de las siguientes, que condicionan las siguientes, las estereotipan, no las dejan avanzar. Que nada vuelve a ser lo mismo. Es cierto para la mayoría de personas, pero sólo lo superan unas pocas, aquellas que se conocen a si mismas bajo la autocrítica, que se respetan a ellos/as y respetan a los demás, los que se quieren con profunda devoción, con inquietudes existenciales, que superan cualquier trampa del colectivo, con utopías no irrealizables, posibles, palpables, pero arriesgadas. Aquellas almas que son puras, que no albergan maldad alguna.
Dicen por ahí, que las últimas relaciones marcan demasiado el futuro de las siguientes, que condicionan las siguientes, las estereotipan, no las dejan avanzar. Que nada vuelve a ser lo mismo. Es cierto para la mayoría de personas, pero sólo lo superan unas pocas, aquellas que se conocen a si mismas bajo la autocrítica, que se respetan a ellos/as y respetan a los demás, los que se quieren con profunda devoción, con inquietudes existenciales, que superan cualquier trampa del colectivo, con utopías no irrealizables, posibles, palpables, pero arriesgadas. Aquellas almas que son puras, que no albergan maldad alguna.
La gente no cambia, lo he escrito miles de veces, y siempre digo los mismo que cuando creces y pasas los 22 años más o menos, aquello que eres, aquella esencia que te define, te seguirá de igual modo a lo largo de tu existencia vital por este planeta, por esta dimensión. No se puede huir de tu destino, por mucho que nos creamos muy veloces, no se engaña al guión que nos han escrito. Esas miles de historias que se nos cruzan en solitario, esas miles de personas que no ayudamos, de esas miles de palabras que no escuchamos, sin saber que todas ellas forman nuestro mundo, nos pueden ayudar, nos hacen ser mejores personas.
Salvar almas no es tarea fácil, educarlas mucho menos aún, pero el esfuerzo, aunque te sientas agotado/a, vale la pena os lo aseguro, y dar la espalda a un grito de ayuda te aleja cada vez más de ti mismo/a; el no estar ahí cuando se te necesita, te hace más sordo/a aún hasta que la soledad te atrapa en sus garras para no dejarte nunca más en libertad. Yo de momento el Domingo escogí que camino tomar, quién quiero ser, que quiero hacer, y ya no lo puede cambiar nadie.
Salvar almas no es tarea fácil, educarlas mucho menos aún, pero el esfuerzo, aunque te sientas agotado/a, vale la pena os lo aseguro, y dar la espalda a un grito de ayuda te aleja cada vez más de ti mismo/a; el no estar ahí cuando se te necesita, te hace más sordo/a aún hasta que la soledad te atrapa en sus garras para no dejarte nunca más en libertad. Yo de momento el Domingo escogí que camino tomar, quién quiero ser, que quiero hacer, y ya no lo puede cambiar nadie.
MIL HISTORIAS – Taxi