Hoy os contaré una historia que puede ser real o todo lo contrario y ser más ficticia que creer en la abolición de la esclavitud.
Había una vez una ardilla de nombre Owen (por ponerle uno ficticio al azar, el real sería delatar la verdadera identidad de la pobre ardilla humana). Se disponía a ir a la tradicional cena de Navidad que hacía la empresa por la que trabajaba y recolectaba bellotas en un lugar apartado del bosque, cerca de las montañas que daban al Este de la ciudad. El lugar era idílico, precioso, con unas vistas al valle que dejaban sin habla; Owen ya se lo había imaginado al ver las fotos del sitio que había recibido días antes en su PDA que le daba la empresa para que en sus ratos libres pudiera seguir trabajando para ellos. Había imaginado incluso como sería ver la puesta de sol por la tarde desde ese lugar elevado. Lloró con sólo imaginarse estar acompañado por una ardilla femenina mientras cogidos de la mano se decían secretos inconfesables a los oídos.
Owen despertó de golpe en el sueño en el coche de su amigo de ida al restaurante cuando incomprensiblemente el sistema GPS que habían adquirido a medias meses antes en un mercadillo turco del bosque había fallado pasando de largo del cruce correcto. Titubeos, confusión, nerviosismo, se apoderó de los acompañantes que iban con ellos en los asientos de atrás. Pero por fortuna, vieron de nuevo una señal en el camino y dando un volantazo digno de participar en el Rally París-Dakar, hizo un trombo con el coche, y después de unos pocos metros en contra dirección esquivando los coches que iban en sentido contrario a ellos, se pusieron en la ruta correcto y el GPS volvió a funcionar de nuevo.
Pocos minutos después Owen y el sequito del coche llegaron antes que los demás integrantes de la empresa al lugar escogido por la dirección de la misma para tal evento. Estaban todos y todas muy nerviosos, pero eso no impidió que realizaran un atracón de cafés, bollería y mini bocadillos que estaban encima de las mesas de entrada en un mini hall o como se le quisiera llamar.
Una vez saciado el apetito voraz de nuestros protagonistas, empezaron a llegar el resto de compañeros/as de la empresa, más nerviosos aún, pero con menos hambre. Habían llegado 40 min. después y con bastante más retraso en lo referente a la hora fijada por la dirección de Recursos Humanos de la empresa dónde era vilmente explotado Owen y sus amigos (no por nada Owen y sus amigos era de los muchos mileuristas que habitaban el bosque, y los ciudadanos del lugar podían dar gracias a Dios que fueran magníficas personas y que no cometieran atracos o robos a doquier para poder llegar a fin de mes; aunque Owen ya barajaba la posibilidad de vender su cuerpo para experimentos científicos de índole algo dudosa pero muy lucrativos).
Una vez estuvo todo el mundo desayunado, empezaron las actividades que les había preparado. En ese instante se apodero una sensación colectiva de vergüenza ajena en la sala, y a Owen (quizás por su pasión por el cine) se imagino dentro de una de esas películas de los años 60 dónde unos aviadores británicos eran capturados en plena II Guerra Mundial por los Japoneses y eran confinados en un campo de prisioneros sometidos a largas sesiones de gimnasia inútil cada mañana en el patio de ese lugar de flagelación humana…
(CONTINUARÁ…)
STAND BY ME (en directo) – Willy DeVille
1 comentario:
solo hay un error en tu relato... algunos compañeros/as de Owen, de los que llegaron despues, si que tenian hambre pero no tuvieron apenas tiempo ni de desayunar, los metieron en la "cámara de gas" antes de poderse acabar el café (y no vieron los minibocadillos por ninguna parte)...
;)
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