miércoles, 25 de abril de 2007

A VECES


A veces pequeñas situaciones por las que no les damos importancia alguna desencadenan acciones que no podemos controlar, que se nos escapan de las manos, que no sabemos o no podemos detener su avance hacia el desastre; y entonces nos encontramos impotentes sin poder otorgarles una solución que nos permita dormir por las noches.

A veces cuando nos hacemos mayores perdemos muchos recuerdos, o quizás es que queremos olvidarlos y no dejamos que se graben en el baúl de nuestra memoria. Pero siempre hay algo que nos detiene el tiempo, que no nos deja avanzar, que nos tiene anclados en el pasado, aunque desde ese pasado no es posible detener el avance del futuro, nunca se conseguirá vencerlo. Y eso nunca debemos de olvidarlo, para que nuestro presente consiga disfrutar de su avance hasta que él llegue, y el futuro sea escrito por nosotros mismos con nuestro día a día, nuestras acciones, nuestra huella dejada en los corazones de quienes nos rodean.

A veces, entramos en estados depresivos provocados por nuestros miedos, por nuestra falta de madurez, por esa necesidad de no permitir dejar ir aquello que ya no tenemos, de no querer olvidar aquello que ha ocupado una parcela de nuestro tiempo, o se ha instalado en algún rincón de nuestra casa y nos resistimos a tirar a la basura por un apego difícil de describir.

A veces preguntamos a nuestras amistades si estamos obrando bien, pero nunca les contamos la verdad de nuestros sentimientos por miedo a que piensen aquello que no es, o quizás por ese miedo que tenemos a oír las verdades. No les lloramos con tranquilidad por alguna nimiedad, por pequeña que nos parezca y en ocasiones muy concretas, pero nunca cuando nuestro corazón nos lo pide, y lloramos en soledad, ahogados en una almohada esperando que los vecinos no escuchen el ruido de las lágrimas cayendo al frío suelo, hasta que los ojos no pueden soportar el dolor de verse enrojecidos, y la respiración empieza a ser sospechosamente entrecortada.

A veces, de pequeños nos enseñan sólo a reír. Esa protección que nos regalan nuestros padres para protegernos del exterior, pero por desgracia no suelen enseñarnos a llorar con total normalidad, sin pensar que es algo malo que ha de ser ocultado a cualquier precio. Y eso no es bueno para nuestra alma, ya que el poder llorar cuando nos apetezca sin miedo a ser juzgados, sin miedo al que pensaran, sin miedo a entristecer a quienes nos rodean por el hecho de vernos de este modo, envuelve nuestro microcosmos personal en un lugar de tinieblas y monstruos al acecho para hacer sus fechorías.

Pero no sólo a veces ha de llorarse, deberíamos hacerlo más a menudo, nos purifica y nos hace mejores personas, nos mantiene serenos, equilibrados, aunque no lo veamos ahora de este modo, y creamos que eso nos hace vulnerables; pero al igual que todo en esta vida, se ha de aprender a llorar, y sobretodo saber el momento exacto en el que ha de hacerse para ver que el sol se levanta para darte siempre los buenos días y hacer que ese instante valga la pena ser recordado.

Deja que sol te acompañe para siempre, y sé feliz aunque hayas de soltar alguna lágrima, no te preocupes, cuando los ángeles lloran, lloverá.


Y ESTABA CONTENTÍSIMO -- Tiziano Ferro

8 comentarios:

Lucía dijo...

Muy cierto. Yo por suerte soy muy llorona y es verdad que por mala que sea la situación si la lloras como es debido al menos te sientes más descansado.

Por cierto me encanta esta canción de Tizianno.

La Quinta Columna dijo...

Gracias Lucía, cómo siempre me encanta leerte también, aunque hablemos más bien poco últimamente... jajajaja a ver si le ponemos solución y me explicas cosas, cómo el día que hacías quince cosas mientras veías la peli Camino a la Perdición (sí, me acuerdo aún, será que tengo demasiada memoria muy a mi pesar).

Un eso y cuídate!!!

Anónimo dijo...

Fa molt poquet vaig perdre la por a plorar. A plorar davant la gent, sobretot. Plorar no és ser feble. Plorar és una manera d'expressar el què un sent.felicitats de nou per aquest article.

Lara dijo...

A veces lees algo que misteriosamente entiendes casi como si lo hubieras escrito tú.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola, me llamo Anna. Antes que nada felcidades por tu blog, y sobretodo por tu manera de escribir y de conectar con la gente que te lee, que al fin y al cabo es lo que cuenta de un buen escritor. Mi marido y yo acabamos de tomar la decisión de separarnos y estos días he llorado mucho. Tengo dos niños, uno de ellos de 10 años, y alguna vez, he procurado que fueran pocas, me ha visto llorar. Enseñar a tus hijos que llorar no es malo, que papá o mamá son personas, que a veces, como ellos, estan tristes, y permitir que te consuelen, es algo que debería formar parte de su educación. Evidentemente aún no sabe el porqué lloraba, pues es muy reciente la decisión y todavía no hemos hablado con ellos, pero me consoló, me acarició, y se que por ese motivo sintió que era alguien importante para mi. Sintió que su mamá le necesitaba. Sé que no todo el mundo está de acuerdo en que tus hijos te vean llorar, pero yo prefiero que me vea como alguien cercano, que tiene sentimientos y que los expresa, porque esa es la clase de adultos quiero que sean.

Un beso.

La Quinta Columna dijo...

Gracias Anna por tus palabras, y he preferido contestarte personalmente al mail tuyo que indicas.

Espero haber hecho bien xD.
Un beso a ti tb.

La Quinta Columna dijo...

Gracias también a Àlex por leerme y por dejar los comentarios xD, y a Lara por dejar siempre su granito de arena con su sabiduría, tanto en los comentarios que haces cómo en los artículos de tu blog :))

Anónimo dijo...

Muchas veces es necesario llorar para aclarar los ojos y poder ver lo bueno que viene después de las lágrimas.