lunes, 26 de marzo de 2007

LA SENCILLEZ DEL ALMA


Nunca es tan sencillo. De eso no cabe la menor duda. Nunca es tan sencillo mirar hacia delante con cierto optimismo, con orgullo por el camino recorrido, con la conciencia limpia al pensar que no podíamos haber hecho más. Nunca es tan sencillo no dejarse invadir por esos oscuros pensamientos de la derrota, del querer tirar la toalla porque pensamos que vamos a desfallecer, con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos cayendo por las mejillas enrojecidas por el calor que emana de nuestro ser. Nunca es tan sencillo.

Las ilusiones a menudo se convierten en humo. Y el humo, claro está, tiende a desvanecerse muy rápido, desapareciendo por completo a los pocos segundos. Y nos sentamos en casa esperando que regrese la alegría que parece que nos ha abandonado hace demasiado tiempo, y maldecimos a la suerte por no tocarnos a nosotros con sus manos. Alzamos la mirada al cielo, alargando los brazos intentando alcanzar con la yema de los dedos esas nubes que nos observan. Nunca es tan sencillo.

A menudo nos sentamos en un banco, o en la terraza de un bar, ya sea para hacer tiempo porque hemos quedado, o por la necesidad de estar un momento solos con la única compañía de un café, una infusión o un refresco. Esa soledad del momento nos hace mantener un diálogo con nuestra conciencia, nuestro yo escondido, y sin enfadarse por sus respuestas le avasallamos a preguntas que algunas de ellas nunca hemos encontrado una repuesta que nos sirva. No siempre son problemas lo que le planteamos, a veces son sólo pensamientos; son modos retóricos de mirar de entender aquello que no entendemos del mundo que nos rodea, o de nosotros mismos. Pero tampoco solemos hacerle mucho caso cuando nos aconseja que camino tomar, cuando nos dice su opinión, aunque quizás tenga toda la razón y posea la verdad para esa cuestión, no lo tenemos en cuenta.

Nunca es tan sencillo saber si lo que decimos se nos va a entender en realidad, o si lo que hacemos nos lo van a reconocer o bien a castigar. Nunca es tan sencillo ser consciente del olvido, y mucho menos superarlo. Aunque puede hacerse si uno le pone empeño, pero sobretodo las armas adecuadas para conseguirlo, pero nunca es tan sencillo. Y siempre nos acompaña el pensar que la próxima vez lo haremos mejor, o bien que no dejaremos que nos suceda lo mismo, y no por ello es un autoengaño, quizás sea la única salida que tenemos cuando no nos conocemos en realidad, o cuando nos hemos perdido en ese oasis temporal del día a día.

Nos falta el aire, el cuerpo nos pesa, se nos cierran los ojos de puro agotamiento vital, el pecho nos oprime el corazón y nos parece que en cualquier momento nuestra alma se partirá en dos, pero no es así, y aunque el dolor nos haga cerrar los ojos, aunque la desesperación del saberse perdido, aunque nada nos parezca lo suficiente y lo veamos todo demasiado negro, siempre nos quedará nuestra conciencia, aquella que decimos no poseer, pero que nos salva de muchas situaciones.

Y ciertamente nunca es tan sencillo pararnos para escucharla, aunque deberíamos hacerlo más a menudo, sólo así encontraremos nuestras ansiadas respuestas. Y pasaran los horas, los días, los años y nunca será tan sencillo.



PENELOPE’S SONGLoreena McKennitt

2 comentarios:

Sergio dijo...

Vivimos en una época llena de prejuicios, prisas, dudas... Ciertamente, no es tan sencillo :)

Anónimo dijo...

dificil no, dificilisimo... la vida es dificil y más si mucha de la gente que te rodea te intenta poner obstaculos y te mina la autoestima para que te sientas inferior y peor a los demás.