viernes, 18 de agosto de 2006

AQUELLO QUE NO SABEMOS QUE TENEMOS

Soñamos aquello que desearíamos que nos envolviera, aquello por lo que creemos vale la pena luchar. Nuestra piel, absorbe por cada uno de los poros las vibraciones de las ilusiones ajenas, cómo receptores de energía positiva, intentando transformarlo en algo real, en poder cambiar el mundo, pero nos damos cuenta, demasiado a menudo, que no somos alquimistas, ni nuestra alma por si sólo es capaz de hacerlo, o al menos eso se nos han enseñado.

Aunque quizás estén equivocados, y nuestra alma, nuestro cuerpo entero, sea capaz de dar un giro inesperado a todo esto, de cambiar el mundo, de hacer reflexionar a las personas, de hacer sonreír a esos miles de niños que aún no han crecido y mantienen intacto algo que los mayores hemos perdido hace siglos: la perspectiva real de las cosas que nos rodean, la incredulidad ante la vida, la ilusión, la esperanza.

Es más sencillo que eso, sólo se trata de mantener eso que nos hace humanos, aquello por lo que seguimos, aún con el paso de los miles de años esperando y que nunca tendremos. No porque sea inalcanzable, ni tampoco utópico, sencillamente por temor a cambiar aquello que conocemos del mundo que nos rodea, por miedo a que nos carguemos algo que ni sabemos que existe o que en realidad nos perjudica realmente en lugar de beneficiarnos.
Complejo, interesante, difícil de llevar a término; pero la gente, aunque muchos y muchas quieran creerse lo contrario, no cambia en esencia, sólo modificamos aspectos superficiales o limamos alguna aspereza banal, ya que cuando nuestra personalidad emotiva y vital se está gestando es el único instante que podemos escoger que camino vamos a adoptar en un futuro aunque no lo sepamos. Hay gente que no madura, que se queda anclada en un pasado que por ser pasado parece bonito y quizás lo haya sido, quizás haya sido el mejor momento de nuestra vida, pero el pasado es precisamente eso, pasado y los sentimientos o vivencias es imposible repetirlas o volverlas a tener, no del mismo modo exacto al menos. Nos engañamos a menudo para justificar nuestras acciones, nuestras decisiones, para no afrontar, en caso que nos salga mal, nuestros errores. Esto último es algo que sobretodo aplicamos en campo de los sentimientos, en el amor, en nuestras relaciones personales, lo demás pensamos que es más sencillo de justificar.

Que siente alguien que toma una decisión en un momento, y luego, más tarde en el tiempo se da cuenta que se había equivocado, que no había interiorizado y reflexionado tanto la decisión como pensaba o simplemente erró en el diagnóstico; que sucede si ya no puede volver atrás, ¿cómo afronta el futuro que le espera de frustración? ¿de recuerdos constantes de esa decisión equivocada? ¿del daño que se ha causado para su estabilidad mental y social?; sencillo, madurar, crecer, es comprenderse a uno mismo, a saber que la gente se equivoca, por el simple hecho de ser humanos, a saber perdonar, a no olvidar para cometer los mismos errores, a seguir adelante, a no dejar que el cielo se cierne encima hasta asfixiarte, a vivir y sobretodo a tener siempre la conciencia tranquila, sólo así consigues ver que cada día sale el sol por el horizonte aunque nos queramos empeñar en no verlo y queramos vivir en la más absoluta oscuridad vital. Nada vale ese esfuerzo de negación. Aceptarse, vivir con uno mismo con armonía, ser fiel a tus creencias, a tus instintos, a la vida en general hace que todo lo demás llegue sólo, por inercia, por sincronicidad. No todas las personas malas se salen con la suya, y en caso de ser así, no es nuestro problema, no podemos juzgarlo, son humanos como nosotros aunque nos joda.


Para aquellas personas que se sienten perdidas, desorientadas, con la oscuridad en sus almas, sólo decirles, que nos caemos, para poder levantarnos de nuevo, y que la libertad no la dictan las leyes, la sociedad, ni nada por el estilo, la libertad la marcamos nosotros en nuestro corazón, en nuestras acciones, en nuestras relaciones sentimentales, tanto con nuestra pareja, como con nuestros hijos, nuestra familia, nuestras amistades o sencillamente con la gente que a lo largo de este viaje vital nos encontramos y cruzamos cada día.

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