Aún no se había ido el sol y ya empezaba a cenar, temprano, no tenía la intención de irme a dormir demasiado tarde, me apetecía leer un libro que empecé el pasado fin de semana; bueno, en honor a la verdad deciros que realmente estoy con 5 libros a la vez; no puedo evitarlo y lo he intentado, pero si el libro me encanta suele durarme 3 días, ya que hasta que no lo termino no puedo dejarlo aparcado en la mesilla de noche, y según el día que tenga me apetece coger el libro de historia, o la novela de ficción, o el ensayo, o el libro de biología humana (en concreto de etología del ser humano, del cual os hablaré algún día por ser un tema fascinante), o sencillamente unos cómics para conciliar el sueño. Pero al no ver la televisión el dilema surgió cuando tuve que decidir que ponerme en el DVD mientras cenaba, una película o un documental.
Tic-tac tic-tac, sonaba en mi reloj interno, presionando mi decisión, impacientándose, y acabé por escoger un documental americano presentado en el Festival de Sundance hace un par de años y que ha tenido bastante éxito desde que se estrenó: “Super Size Me”. Realmente bueno, lo recomiendo encarecidamente, y eso que lo tenía pendiente desde hacía unos meses, imperdonable.
Esta mañana en el desayuno, con unos compañeros del trabajo lo hemos comentado, y la verdad es que la conversación ha estado más que agradable. Me gusta ir a comer con personas que no hablan durante esos escasos 20min., que no dan para un atracón, sólo de trabajo, trabajo, trabajo y criticar compañeros/as siempre de forma sistemática. Lo odio, aunque hay veces, pocas pero las hay, en las que es necesario que salga el tema, pero constantemente la gente entra en la rutina de hacerlo siempre, estén con quién estén sin pensar que delante quizás hay alguien que es amigo/a de la persona a la que descarnadamente se está bapuleando. Imagino que no lo pueden evitar, pero deberíamos de hacerlo en general.
La sinceridad sólo la puedes dejar ir con tus verdaderas amistades, pero con el resto de humanidad ser honesto significa ganarte enemigos, gente que no entiende lo que dices, malentendidos, y acabas estando algo solo/a, algo que en ocasiones es incluso más que necesario; pero la gente en grandes rasgos es incapaz de estar sola, les aterra, tanto que el estar esperando a alguien en una terraza de una cafetería treinta minutos les supone un esfuerzo de proporciones similares a las personas que sufren agorafobia.
El miedo, cualquier manifestación del miedo, es aquello que nunca deseamos que nos invada o que lo suframos en mayor o menor intensidad pero a pesar de nuestros esfuerzos lo sufrimos, porque en las profundidades de cada lágrima vive en ella un pequeño ser angelical capaz de fundir el alma de más valiente de los seres de esta tierra, pero para llorar de miedo hemos de haber experimentado un profundo dolor del alma, y a menudo sin darnos cuenta ese dolor nos purifica.
No todo el mundo consigue aquello que deseamos de pequeño, ni de adultos. Pensamos que decepcionamos constantemente y ese sentimiento arraigado de una forma ancestral hace que no sepamos desarrollarnos en esa inestabilidad cotidiana en la que nos movemos. A veces, demasiado a menudo, pensamos que lo sabemos todo sobre nosotros/as mismos/as, pero no es así, caminamos la mayoría de veces solos/as, guiados por el corazón, y por las señales que nos ofrece la vida y que no solemos ver o entender, y que muy pocos podemos aprovechar. Somos por naturaleza egoístas con nuestra vida, y del pasado hacemos nuestro estandarte, utilizando a la sociedad como escudo y a la hipocresía nuestra arma para defendernos.
Personalmente prefiero seguir caminando por el río de la vida, levantando la cabeza cada vez que me la azoten, o intenten ahogarme, y vivir con la intensidad del mañana, sonriendo cada día simplemente porque hoy también ha salido el sol y puedo contemplarlo, y respirar para equivocarme y acertar en mis decisiones, pero sin olvidar quién soy y que quiero o espero de mi, para enriquecer y ayudar a aquellas personas que quiero y por las que daría mi vida sin dudarlo. Aunque siga deseando a menudo querer comprar el mundo para devolverlo a las personas aquello que algunos les han arrebatado. No dejaré de intentarlo, os lo aseguro.
Tic-tac tic-tac, sonaba en mi reloj interno, presionando mi decisión, impacientándose, y acabé por escoger un documental americano presentado en el Festival de Sundance hace un par de años y que ha tenido bastante éxito desde que se estrenó: “Super Size Me”. Realmente bueno, lo recomiendo encarecidamente, y eso que lo tenía pendiente desde hacía unos meses, imperdonable.
Esta mañana en el desayuno, con unos compañeros del trabajo lo hemos comentado, y la verdad es que la conversación ha estado más que agradable. Me gusta ir a comer con personas que no hablan durante esos escasos 20min., que no dan para un atracón, sólo de trabajo, trabajo, trabajo y criticar compañeros/as siempre de forma sistemática. Lo odio, aunque hay veces, pocas pero las hay, en las que es necesario que salga el tema, pero constantemente la gente entra en la rutina de hacerlo siempre, estén con quién estén sin pensar que delante quizás hay alguien que es amigo/a de la persona a la que descarnadamente se está bapuleando. Imagino que no lo pueden evitar, pero deberíamos de hacerlo en general.
La sinceridad sólo la puedes dejar ir con tus verdaderas amistades, pero con el resto de humanidad ser honesto significa ganarte enemigos, gente que no entiende lo que dices, malentendidos, y acabas estando algo solo/a, algo que en ocasiones es incluso más que necesario; pero la gente en grandes rasgos es incapaz de estar sola, les aterra, tanto que el estar esperando a alguien en una terraza de una cafetería treinta minutos les supone un esfuerzo de proporciones similares a las personas que sufren agorafobia.
El miedo, cualquier manifestación del miedo, es aquello que nunca deseamos que nos invada o que lo suframos en mayor o menor intensidad pero a pesar de nuestros esfuerzos lo sufrimos, porque en las profundidades de cada lágrima vive en ella un pequeño ser angelical capaz de fundir el alma de más valiente de los seres de esta tierra, pero para llorar de miedo hemos de haber experimentado un profundo dolor del alma, y a menudo sin darnos cuenta ese dolor nos purifica.
No todo el mundo consigue aquello que deseamos de pequeño, ni de adultos. Pensamos que decepcionamos constantemente y ese sentimiento arraigado de una forma ancestral hace que no sepamos desarrollarnos en esa inestabilidad cotidiana en la que nos movemos. A veces, demasiado a menudo, pensamos que lo sabemos todo sobre nosotros/as mismos/as, pero no es así, caminamos la mayoría de veces solos/as, guiados por el corazón, y por las señales que nos ofrece la vida y que no solemos ver o entender, y que muy pocos podemos aprovechar. Somos por naturaleza egoístas con nuestra vida, y del pasado hacemos nuestro estandarte, utilizando a la sociedad como escudo y a la hipocresía nuestra arma para defendernos.
Personalmente prefiero seguir caminando por el río de la vida, levantando la cabeza cada vez que me la azoten, o intenten ahogarme, y vivir con la intensidad del mañana, sonriendo cada día simplemente porque hoy también ha salido el sol y puedo contemplarlo, y respirar para equivocarme y acertar en mis decisiones, pero sin olvidar quién soy y que quiero o espero de mi, para enriquecer y ayudar a aquellas personas que quiero y por las que daría mi vida sin dudarlo. Aunque siga deseando a menudo querer comprar el mundo para devolverlo a las personas aquello que algunos les han arrebatado. No dejaré de intentarlo, os lo aseguro.
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