miércoles, 23 de agosto de 2006

ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

Entre el cielo y la tierra todo parece distinto aunque a veces se dislumbre que es lo mismo, quizás el desasosiego de las almas y del espacio que las separa, aunque en realidad, nadie es capaz de darle una explicación a un misterio tan eterno. Nuestras vidas siguen pasando delante de nuestras narices, y de vez en cuando sonreímos para aparentar que algo hemos entendido de todo esto.

Nos llenan las ilusiones de que todo cambiará y hacemos nuestro ese dicho que el qué siembra siempre recoge, cómo si no hubiésemos aprendido nada después de tantos siglos cosechando y recogiendo tan poco; y que decir de la afirmación que en voz alta gritamos de que todo el mundo es y merece ser libre, cuando en realidad nosotros mismos nos aplicamos esas ataduras que tanto detestamos y que somos incapaces de ver.

Hemos aprendido a creer lo que nos dicen con una fe ciega que haría palidecer al más devoto y creyente de cualquier religión que pueble este nuestro planeta azul. Por encima de todo existe la gente que es buena, luego la gente que es mala, y por último aquellas PERSONAS que caen en el más absoluto olvido, aquellos seres humanos, que aunque más puros de alma, su dejadez y suciedad física les hace valedores de las peores evocaciones de asco que se han vivido en muchos siglos. Los evitamos, cual leprosos en la época romana, y dirigimos nuestra mirada al suelo, y aunque esta se tope con la mierda de un perro, preferimos visualizar las heces de un can a ver reflejada la auténtica mierda de seres, supuestamente humanos, en lo que no hemos convertido en la actualidada, en esta sociedad del bienestar.

Me pongo enfermo cuando oigo a alguien gritar: “un hombre, un voto, viva la democracia...”, sobretodo cuando ese alguien resulta ser un político, quizás sea la edad, una edad que no me perdona y que hace que mi tolerancia a la estupidez humana sea cada día menor, provocándome una más que galopante alopecia y una ulcera de estómago que hace que ciertos días del año prefiera quedarme en casa acurrucado en posición fetal sin salir del suelo del baño.

Hace más de 7 meses que no enciendo el televisor, lo digo en serio, no miento, sólo lo enciendo 20 min. por la mañana antes de ir a trabajar mientras me tomo el primer café de la mañana, hasta que empiezan a hablar de deportes; luego por la noche cuando llego a casa y empiezo a cenar me pongo alguna película en DVD o un documental, y según las ganas que tenga me voy temprano a la cama para leer. En fin, que aunque parezca que me haya separado de la actualidad más reciente, no es cierto, ya que existe, en esta, nuestra sociedad de la información otros medios a nuestro alcance para estar informados. Luego nosotros mismos ya lo filtraremos bajo nuestro calidoscópio personal y sacaremos, o al menos lo intentaremos, algo en claro.

Por eso soy conocedor de lo que ha pasado con el accidente ferroviario, lo el del Tupolev Ruso, el problema de Irán e Oriente en general, y tantas otras cosas que hace que esa tolerancia que siempre he tenido empiece a perderla a pasos agigantados. Quizás necesite desvincularme más de esto y dedicarme a leer cómo hago últimamente, y ver el televisor de vez en cuando cada 15 días cómo si fuera por prescipción médica.
Me intersa más saber la historia real de la Batalla de las Ardenas a finales de la Segunda Guerra Mundial y la historia personal de los soldados del pelotón 394 del Regimiento de Infantería de EE.UU. que sobrevivío a un campo de concentración todo entero sin perder un hombre y que fueron condecorados por su valentía y entereza en ese conflicto que aún averguenza a toda Europa; que saber si el precio del crudo sube, baja o se queda estanco, o si bajan los tipos de interes, etc... sencillamente por ser temas que no puedo controlar, ni desgraciadamente influir de una manera notable, y a parte de la pataleta en mi casa, los insultos y mi desaprobación absoluta a todo esto, no puedo hacer nada más, porque mi sueldo seguirá siendo el mismo, y no podré estrangular a mi jefe para hacerle entender que ahora me han subido la hipotéca, o el precio de las zanahorias, la sopa de sobre, y vállase usted a saber que más.

De todos modos prometo que si alguna vez me toca la loteria o algo parecido y amaso una fortuna, voy a comprarme una isla para convertirla en la nueva Atlántida, haciendo un proceso de selección de Recursos Humanos para poblarla solamente con personas que respeten, quieran vivir en paz, y no crean en la violencia para resolver sus problemas o los de los demás.

Ojalá pudiera comprar el mundo entero, poder hacerlo realmente habitable, y que se pudiera ver con los mismos ojos de ilusión y esperanza como yo lo veo que podría llegar a ser. De momento, seguiré comprando en la única quiniela que participo: el de la búsqueda de la verdad de las cosas y que por desgracia se nos es censurada.

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